Pero, sin duda, el diagnóstico de Diabetes “no es el fin del mundo”, ya que, complementando acciones, se puede reducir en gran medida el impacto de esta enfermedad.

La diabetes se clasifica en dos tipos: la tipo 1 que puede ocurrir a cualquier edad. En esta, el páncreas deja de producir la insulina y quien la padece necesitará, desde el comienzo de la diabetes, inyecciones diarias de insulina. Por su parte, la diabetes tipo 2 es más común (aproximadamente el 85 – 90 % de toda la diabetes). En este caso el cuerpo es resistente a la insulina, a su acción, y no la utiliza en la forma que debería.
Todas las personas con diabetes deberían ser capaces de mantener un adecuado tratamiento, y de controlar su glucosa. Para ello es imprescindible una adecuada alimentación, y ser capaces de llevarla a cabo, un ejercicio físico regular y constante; y todo ello sustentado por una adecuada información y la necesaria educación.
En cuanto a si la genética es determinante para el desarrollo de la diabetes, podemos afirmar con cierta rotundidad que no necesariamente. En cualquier caso, se ha comprobado que la genética confiere una mayor predisposición para la aparición de la Diabetes; pero que, además es necesaria la confluencia de una serie de factores que se denominan “desencadenantes”; y que esa influenica genética es mucho mayor en el caso de la diabetes tipo 2.
Las enfermedades genéticas tienen diferente penetración en las personas, dependiendo de una serie de rasgos que se presentan y la diabetes es una enfermedad que lo ejemplifica bastante bien porque hay muchas cosas en el camino de la vida de una persona que pueden acelerar la enfermedad o retrasarla, por lo que podemos resumir que sí, la genética es importante, pero hay otros elementos alrededor que pueden frenarla o acelerarla.
Podríamos concluir esta nota con una frase que resuma como la persona con diabetes debe afrontarla: “la Diabetes es para ocuparse, nunca para preocuparse”.